¡Qué onda, mi gente! Agárrense porque el rollo está que arde y no es chismorreo de lavadero. El mismísimo Elon Musk, ese vato que le gusta traer la camiseta bien puesta y que de repente nos sale con cada puntada que nos deja con el ojo cuadrado, ya soltó la sopa: la Inteligencia Artificial (IA), esa mera que parece cosa de película de ciencia ficción, ya no es cuento de ciencia ficción, sino la neta del planeta, y viene con todo para mover el tapete en el mundo de la talacha. Y ojo, porque el Tío Musk no se anda con rodeos y ya cantó cuáles son las primeras chambas que, según él, van a tronar como ejote por culpa de estos cerebritos de silicio. ¡Sí, mi chavo, así como lo oyes! La medicina y el derecho, esas profesiones que uno pensaba que eran intocables, son las primeras en la mira de esta maquinaria inteligente.
Elon Musk (imagen: www.20minutos.es)A ver, vamos desmenuzando este guiso, que no es cualquier cosita. Imagínense que el buen Musk, el mismo que nos quiere llevar a Marte y que ya nos tiene a medio mundo con coches eléctricos que parecen naves espaciales, no es ningún novato en esto de ver pa'l futuro. El vato trae un chip distinto y siempre anda adelantado, como si tuviera una bolita de cristal de esas que te dicen el futuro. Y lo que nos está chismeando ahora es que la IA no solo viene a echarnos la mano, sino que también nos viene a quitar el puesto. ¿Y a quiénes creen que puso en la mira primero? A los doctores y a los abogados. ¡Pácatelas!
Pero no es que el Tío Musk ande de mala leche queriendo ver a la gente sin trabajo, ¿eh? La neta es que su visión es más profunda que un pozo sin fondo. Él lo que ve es que la IA es una esponja del conocimiento, que puede absorber y procesar información a una velocidad que ni de broma un ser humano podría. Y si se ponen a pensar, ¿qué hacen un doctor y un abogado? ¡Exacto! Se la pasan masticando información, leyes, casos, diagnósticos, síntomas, y un chorro de datos que para nosotros sería un dolor de cabeza memorizar. Para la IA, eso es pan comido. Es como si tuvieran una biblioteca mundial en su disco duro, y la consultan en un abrir y cerrar de ojos.
Imagínense a un doctor que tiene que diagnosticar a un paciente. Tiene que recordar un montón de enfermedades, síntomas, tratamientos, efectos secundarios de medicamentos, y un largo etcétera. Ahora, piensen en una IA que tiene acceso a todos los historiales médicos del mundo, a todas las investigaciones científicas publicadas, a todos los resultados de ensayos clínicos. Esa IA podría hacer un diagnóstico en chinga, y con una precisión que te dejaría con la boca abierta. Ni el doctor más picudo del mundo podría competir con eso. Es como querer ganarle una carrera a un Ferrari en un triciclo. ¡Imposible, mi rey!
Y con los abogados, el cuento es el mismo, pero con otro color. Los litigantes se la viven estudiando leyes, jurisprudencia, precedentes, y cada detalle legal que te puedas imaginar. Un buen abogado es un genio para encontrar la ley que te conviene, la sentencia que te da la razón, o el vacío legal para salirte con la tuya. Pero una IA, ¿qué creen? Puede leerse todos los códigos, todas las sentencias, todos los contratos habidos y por haber en cuestión de segundos. Puede encontrar patrones, conexiones y argumentos que a un abogado se le irían como agua entre los dedos. Es como tener al mejor despacho de abogados del mundo metido en un chip, y encima, sin cobrarte un dineral por cada consulta. ¡Qué pasada!
El buen Musk lo que nos está diciendo es que la IA tiene una ventaja bien cabrona: no se cansa, no se equivoca (o al menos no tan seguido como nosotros los mortales), no tiene emociones que le nublen el juicio, y puede trabajar 24/7 sin pedir aumento de sueldo. Por eso, en chambas donde el coco es lo que más importa, donde hay que procesar montañas de datos y tomar decisiones basadas en información pura y dura, la IA se va a ir como hilo de media. Para él, cualquier trabajo donde un error no te meta en un broncón legal de los feos, es candidato para ser agarrado por la IA. O sea, que si la regas y no pasa de un susto, la IA te podría remplazar. Pero si tu chamba implica que un error le cuesta la vida a alguien o te lleva a la cárcel, ahí sí que le va a costar más a la máquina. Pero bueno, ya lo dijo el refrán: "agua que no has de beber, déjala correr". En este caso, chamba que no has de hacer, la IA la va a hacer.
Pero este rollo de la IA no es nuevo para el Tío Musk. Desde hace un buen rato, el vato ha estado con el Jesús en la boca por el futuro de la humanidad con esta tecnología. Imagínense que en febrero de 2015, o sea, ya hace sus añitos, el buen Elon, ni tardo ni perezoso, se echó un palomazo con el entonces Presidente de Estados Unidos, Barack Obama. ¿Para qué creen? ¡Pues para echarle la bronca y decirle que la IA venía con todo y que la cosa era seria! Le advirtió que el avance de la inteligencia artificial era como una avalancha y que podía desbaratar todo el equilibrio que conocemos. Él ya veía venir que esto no era un juego de niños y que había que meterle freno y reglas a esta cosa antes de que se nos saliera de control.
Elon Musk (imagen: blogs.uninter.edu.mx)Musk le dijo a Obama que esto no era una broma, que la IA tenía el potencial de ser tan peligrosa como un asteroide que viene directo a pegarle a la Tierra. ¡Así de grave lo veía! Le urgió a ponerle un alto y a regular su desarrollo para que no acabáramos en un escenario digno de una película de esas donde las máquinas dominan el mundo. Él no quería que la IA se nos subiera a la barba y que terminara siendo más lista y poderosa que nosotros. La verdad, es que el vato ya le venía echando el ojo al toro desde lejos, y eso de la regulación era para que no se nos fuera el tren.
Pero, ¿saben qué pasó? La reacción de Obama, según lo que cuentan, fue muy amable, muy política, pero sin la urgencia que el buen Musk esperaba. Es como si le hubiera dicho: "Ah, sí, qué interesante, Musk, ya lo vemos", pero sin mover un dedo. Musk se quedó con un mal sabor de boca, como cuando te prometen tacos de pastor y te dan de longaniza. Se sintió frustrado porque no veía que nadie entendiera la magnitud del asunto, que la gente no le echara la importancia que se merecía. El vato ya veía venir la tormenta y nadie se preocupaba por buscar un paraguas. ¡Qué mala pata!
Y es que el tema de la IA no es solo chamba y dinero. Va más allá. Es el coco de la humanidad. El Tío Musk lo que nos está advirtiendo es que, si no nos ponemos las pilas, la IA podría volverse tan, pero tan lista, que nos dejaría a la altura del betún. Es como si el alumno superara al maestro, pero en versión extrema. No solo en el conocimiento, sino en la toma de decisiones, en la creatividad, en todo. El vato es de los que piensan que, si no le ponemos un bozal a la IA, podría ser que nos acabe remplazando en casi todo. ¡Órale, qué miedo!
Claro que esto no es para que salgamos corriendo a la calle gritando como locos. Pero sí para que nos pongamos a pensar. El futuro ya nos alcanzó, como decía la canción. Y la IA no es un juguete, es una herramienta poderosa que, usada con cabeza, puede hacer cosas increíbles. Pero si se nos va de las manos, el asunto se pone color de hormiga. Es como un cuchillo: te sirve para preparar una comida deliciosa, pero también te puede herir si no lo sabes usar.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos resignamos a que la IA nos quite la chamba y nos deje viendo la tele? ¡Pues claro que no! Este es un llamado de atención para que nos pongamos vivos. Hay que reinventarnos, hay que aprender cosas nuevas, hay que buscar esas chambas que requieren del toque humano, de la creatividad que ninguna máquina puede imitar. Esas chambas donde la chispa, el ingenio, el calor humano son indispensables. La IA podrá ser muy inteligente, pero no tiene corazón, no tiene alma, no tiene esa capacidad de sentir y de crear lazos que nos hace únicos a los humanos.
Y no se trata solo de la chamba, sino de cómo vamos a convivir con esta nueva tecnología. Tenemos que ser más astutos que el diablo y entender cómo funciona, para que la usemos a nuestro favor y no nos use a nosotros. Es como un buen mariachi: si le sabes a la trompeta, le sacas una melodía hermosa. Si no, solo haces ruido. La IA es igual: si le sabes, te ayuda a rifarte. Si no, te tumba.
Así que, mis compas, el mensaje del Tío Musk es claro: la IA viene con todo, y trae ganas de chambear. Ya nos dijo cuáles son las primeras que va a agarrar. Pero esto no es el fin del mundo, es una oportunidad para que nos pongamos las pilas y nos demostremos que los mexicanos somos echados para adelante y que no nos rajamos tan fácil. A ver, qué profesiones son las que tienen que estar al tiro. ¡Ahí les va de nuevo: doctores y abogados! Esos son los primeros en la fila, pero no los únicos, porque el buen Elon ya dijo que casi todas las chambas podrían estar en el limbo.
Y no olvidemos el toque del Tío Musk: siempre anda con el cuidado de que la IA no se nos vuelva un "Frankenstein". Es como cuando uno le da demasiada cuerda a un niño: si no lo vigilas, hace un desmadre. Con la IA es lo mismo. Hay que ponerle límites, reglas, para que sea un asistente y no un jefe que nos diga qué hacer. Porque, al final del día, los humanos somos los que tenemos que llevar las riendas de este asunto, y no al revés. No queremos que se nos suba el muerto, ¿verdad?
En resumen, la IA es el futuro, y el futuro ya llegó. Viene con sorpresas, con retos, y con la promesa de que la vida, tal como la conocemos, va a cambiar. Y el Tío Musk, ese visionario que de repente nos parece medio loquito, pero que al final siempre le atina, ya nos echó la bolita: hay que estar preparados. No es para asustarse, es para ocuparse. Y como dicen por ahí, "al que madruga, Dios lo ayuda", y en este caso, al que se capacita y se adapta, la IA lo va a respetar. ¡Así que a chambearle, pero ahora con más cerebro y menos fuerza bruta! O, como dirían en el barrio, ¡a ponerse buzos, caperuzos! Porque el futuro, ya no es un cuento, ¡es la neta!
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