Imagínate llegar a clase y, en lugar de sacar el cuaderno todo feo o el libro polvoso, te pones unos lentes y ¡pum!, te transportas al antiguo Egipto o te metes al cuerpo humano como si fueras miniatura. Suena como película, pero ya está pasando gracias a la famosa Realidad Aumentada (RA), que llegó para echarle gasolina al aprendizaje y hacer que los chamacos se claven de verdad.
Ya estuvo bueno de que la escuela sea solo de memorizar y copiar, eso ya no jala. Hoy el reto es mantener la atención de los chavos, y la RA tiene justo lo que se necesita: es visual, es divertida y encima te pone a participar. No es como ver un video nomás, aquí tú mueves cosas, interactúas y hasta puedes resolver problemas viendo modelos 3D como si estuvieran enfrente de ti. Literal, le metes mano a lo que estás aprendiendo.
En México, todavía andamos tanteándole el terreno a esta tecnología, pero en otros países ya le están sacando jugo sabroso. Hay escuelas que armaron laboratorios de realidad aumentada y los profes, en vez de batallar con explicaciones abstractas, usan esta herramienta para mostrar cómo funcionan los sistemas del cuerpo humano, o cómo fue la Segunda Guerra Mundial con escenas virtuales. O sea, más claro ni el agua.
Y ojo, que esto no solo es cosa de primaria o secundaria. La RA también se está metiendo en la formación técnica, universidades y hasta en capacitaciones para empresas. Por ejemplo, para entrenar a un mecánico sin necesidad de desarmar un carro real, se puede usar una simulación con RA y que el chavo practique sin riesgo de echar a perder nada. Es como aprender a manejar en un videojuego, pero con aplicaciones reales.
Otro golazo de esta tecnología es que permite que los alumnos aprendan a su ritmo. Si alguien va más lento, puede repetir la experiencia cuantas veces quiera. Y si alguien ya se la sabe, puede pasar a niveles más avanzados sin tener que esperarse. Aquí nadie se queda atrás, porque todo está diseñado para ser flexible y adaptado.
Ahora, no todo es miel sobre hojuelas. Aunque suena muy chido y moderno, también hay obstáculos. La neta, no todas las escuelas tienen lana para comprar los equipos necesarios, como gafas, tablets o celulares chonchos que aguanten las apps. Además, se necesita que los profes se capaciten y le pierdan el miedo a usar estas cosas. Porque si no, de nada sirve tener la tecnología si no se sabe cómo aplicarla.
En ese sentido, algunas marcas como ClassVR le están apostando a desarrollar dispositivos específicos para las escuelas, con programas educativos listos para usar. Pero otra vez, todo cuesta, y mientras no haya inversión del gobierno o de los directivos, va a seguir siendo más bien un lujo que una herramienta accesible para todos.
También hay que decirlo: el contenido es clave. De nada sirve tener la tecnología si las apps son aburridas o están mal hechas. Tiene que ser contenido chido, bien diseñado, y que no sea solo para entretener sino que de verdad enseñe. Aquí es donde los desarrolladores y los profes tienen que chingarle juntos para que esto funcione.
Y hay otro detalle curioso: con la RA, muchos estudiantes que antes se aburrían en clase o no le hallaban sentido a lo que veían, de pronto se enganchan. Porque deja de ser teoría y se vuelve algo visual, tangible, casi vivencial. Es como si la escuela dejara de ser aburrida y se volviera un espacio de juego donde realmente aprendes sin darte cuenta. Hasta el más flojillo se emociona.
Pero no hay que confundirnos: esto no es un reemplazo del profe ni de la clase tradicional. La RA viene a complementar, a ser un brazo extra, no el cerebro principal. Todavía se necesita la guía del maestro, la disciplina del salón y el toque humano para que todo tenga sentido. No porque pongas tecnología significa que ya todo está resuelto.
Entonces, ¿qué se necesita para que la RA realmente revolucione la educación en México? Primero, inversión: lana para equipar las escuelas y capacitar a los profes. Segundo, voluntad: tanto de directores como de docentes, para dejar de lado el miedo al cambio. Tercero, contenidos de calidad: si no hay buenos materiales, esto se va a quedar en juguete caro. Y por último, visión: entender que la educación tiene que adaptarse a los tiempos, o se queda atrás.
Lo bueno es que ya hay iniciativas y proyectos que están empujando. Algunas universidades están haciendo sus pininos y hay hasta emprendedores mexicanos desarrollando apps con RA para materias como matemáticas, historia y biología. Lo chido sería que eso se viralizara y se metiera a lo público, no solo a lo privado.
En resumen, la RA no es una moda ni un capricho. Es una herramienta con todo el potencial de transformar la forma en que aprendemos. Si se usa bien, puede hacer que los estudiantes no solo entiendan mejor las cosas, sino que se emocionen, se involucren y hasta le agarren cariño al estudio. Y eso, en estos tiempos donde todo va a mil por hora, vale oro.
Así que ya sabes, si te late el rollo de la educación y quieres ver cómo se pueden hacer las cosas diferente, échale un ojo a la realidad aumentada. A lo mejor no es la solución mágica, pero sí puede ser el empujón que le falta al sistema educativo para volverse más justo, más divertido y más efectivo.
Fuentes de consulta:
- https://www.interempresas.net/Tecnologia-aulas/Articulos/586758-La-realidad-aumentada-fomenta-la-participacion-e-implicacion-del-estudiante.html
- https://www.educaciontrespuntocero.com/tecnologia/classvr-realidad-virtual/
- https://www.researchgate.net/publication/348149217_Realidad_aumentada_uso_estrategico_en_comercializacion_y_educacion
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