Resulta que en este mundo globalizado donde todo está conectado —menos el Wi-Fi en casa cuando más se necesita—, hasta los pleitos entre países grandotes como China y Estados Unidos nos terminan salpicando. Y no poquito, eh, sino bien machín, como si fueran cubetadas. Un claro ejemplo es lo que está pasando con los iPhones, esos benditos aparatos que amamos tanto como odiamos, pero que ya se sienten como una extensión del brazo.
Pues sí compadre, agárrate, porque los aranceles que el gobierno de los Estados Unidos le está metiendo a los productos que vienen de China están haciendo que el iPhone —ese mismo que ya era carísimo— ahora cueste todavía más. ¿Por qué? Ahí te va el chisme completo.
La cosa empezó hace unos años, cuando el gobierno de Trump —sí, el copete gritón— se puso los guantes y decidió echarse un tiro con China. ¿El motivo? Que los chinos estaban, según ellos, jugando sucio en temas de comercio, tecnología y patentes. Entonces, ¿qué se le ocurre a este cuate? Pues poner aranceles, es decir, impuestos extra a todo lo que venga de China. Y no estamos hablando de chicles o calcetas pirata, sino de cosas como piezas electrónicas, pantallas, procesadores… o sea, todo lo que hace que un iPhone funcione.
Para que te des una idea, el iPhone se ensambla principalmente en China, en fábricas gigantes como las de Foxconn o Luxshare. Ahí es donde se unen todas las piezas como si fuera LEGO, pero de tecnología carísima. ¿Y qué pasa si le pones impuestos a esas partes? Pues Apple tiene que pagar más para traerlas a Estados Unidos, y eso se traduce en algo muy simple: te lo van a cobrar a ti. Porque ni modo que Apple absorba la pérdida. Nel, compadre, eso se lo dejan al consumidor.
Y no creas que es puro chisme. Varias fuentes de peso ya confirmaron que Apple está moviendo parte de su producción fuera de China. ¿A dónde? Pues a Estados Unidos, India y Vietnam, buscando países donde la manita de obra siga siendo barata o donde no les caigan tantos impuestos. Por ejemplo, Luxshare ya está invirtiendo en fábricas gringas para no tener que pagar tanto impuesto a los aranceles. Pero no todo es tan fácil. Cambiar el lugar donde ensamblas millones de teléfonos no es como cambiarte de cantón; lleva tiempo, cuesta dinero y genera desmadre logístico.
Mientras eso pasa, el que la sufre es el consumidor. Y aquí en México, como siempre, la cosa se pone peor. Porque aparte del precio gringo, le sumas el tipo de cambio, los impuestos mexicanos, el IVA y lo que Apple le quiere ganar. Total que, según varias notas, el iPhone andaría pegándole a los $50,000 pesos o más. Sí, lo leíste bien: cincuenta mil varos por un teléfono. Literal, te compras una motoneta, un PlayStation 5, te armas una compu gaming decente o hasta te vas de viaje. Pero no, ahí andamos viendo cómo lo sacamos a 24 meses sin intereses.
Y no es solo el iPhone, eh. Esto aplica para otros productos Apple y para un montón de gadgets que usan piezas chinas. Computadoras, audífonos, cargadores, tablets… todo se encarece porque todos jalan piezas de allá. Así que esta guerra comercial no es cosa lejana, es algo que te afecta cuando vas a la tienda o haces scroll en Mercado Libre.
Ahora, uno podría pensar: “Bueno, pero seguro esto se arregla, ¿no?” Pues… quién sabe. Biden, el presidente que le siguió al primer gobierno Trump, tampoco quitó los aranceles. De hecho, en algunos casos los reforzó. Y mientras sigan los roces con China —que si por Taiwán, que si por espionaje, que si por TikTok—, estos impuestos seguirán siendo el pan de cada día. Y eso se va a reflejar en tu bolsillo.
Pero eso sí, hay banda que sigue defendiendo el iPhone con todo. Que si es más seguro, que si la cámara, que si la integración con otros dispositivos Apple… y tienen razón. Apple no solo vende un teléfono, vende estatus, vende experiencia. Y mientras haya gente dispuesta a pagar lo que sea con tal de tener el nuevo modelo en la mano, la empresa seguirá subiéndole el precio sin miedo.
Ahora imagina esto: los aranceles que Trump impuso ahora en su segundo mandato, no solo están provocando que los productos sean más caros. También están empujando a muchas empresas a reconsiderar dónde producen, a quién contratan y qué tan sustentable es su modelo. O sea, esto está sacudiendo a toda la industria tecnológica.
¿Y México qué? Bueno, pues aquí podríamos ver una oportunidad, ¿no? Si Apple y otras empresas están buscando salirse de China, podrían voltear a vernos. Pero para eso necesitaríamos infraestructura chida, mano de obra calificada y, sobre todo, estabilidad política. Y pues… ya sabes cómo está el país.
A fin de cuentas, lo que parecía un pleito lejano entre dos potencias, nos cayó como cubetada en pleno jale. El iPhone sube de precio, el consumidor paga, Apple mueve sus fichas y los gobiernos siguen jugándosela con medidas comerciales agresivas.
Así que la próxima vez que veas el nuevo iPhone y digas “¡No manches, está carísimo!”, acuérdate que no solo estás pagando por el logo de la manzana. Estás pagando por una batalla global de poder, impuestos, producción y decisiones políticas que nos dan en la torre aunque no tengamos vela en el entierro.
Y sí, seguirá saliendo más caro, hasta que se les baje lo caliente a los gringos o hasta que Apple encuentre otra forma de producir sin que le metan sablazo.
Porque al final del día, el iPhone no solo es un teléfono. Es el reflejo del desmadre económico mundial.
Fuentes de consulta:
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